Cansadas del consumo excesivo y de la presión por estar “perfectas”, muchas personas están abrazando el slow beauty: una filosofía que promueve el cuidado consciente, natural y sin prisa.
Menos productos, más rituales. La tendencia invita a reconectar con los sentidos: texturas, aromas, masajes faciales y tiempo para uno mismo, lejos del “tengo que verme bien para los otros”.
También promueve el uso de ingredientes locales, orgánicos y envases reutilizables. La belleza deja de ser superficial y se convierte en una experiencia íntima y placentera.
El slow beauty no elimina el maquillaje ni las rutinas, solo cambia el foco: menos presión, más conexión.